jueves, 29 de julio de 2010

HIPODROMO DE LONGCHAMPS





LOMAS JOCKEY CLUB S.A.


El 19 de abril de 1904 se inaugura el hipódromo de Lomas de Zamora patrocinado por el Jockey Club de Buenos Aires. Aunque en marzo del año siguiente, la entidad rectora le retira el patrocinio, la nueva institución no deja de crecer a través de esos años. El 31 de marzo de 1908 da un batacazo con la venta de 72.049 boletos. ¡Todo un record!

En 1909 durante su pleno apogeo, recibe a los máximos exponentes del turf nacional; los jockey Máximo Acosta, Argentino Gigena y Nicolás Ojeda.

Ese mismo año la sucesión de la familia Gandulfo reclama su propiedad ante la Municipalidad de Lomas, y ésta emplaza a la entidad para abandonar el predio sin posibilidad de renegociar el contrato.

El 26 de agosto de 1910 se corre por última vez en el hipódromo lomence. Para esta fecha la entidad ya cuenta con su nuevo "circo de carrera" en Longchamps.

DIFÍCIL GESTION

Cuando Claudio Domingo Mejía, presidente de la sociedad hípica, salió en busca de nuevas tierras para levantar el nuevo hipódromo, encontró que en el partido de Almirante Brown, Luisa Carrere de Burzaco ofrecía 160 hectáreas a solo diez minutos de la antigua locación. Los campos estaban ubicados entre las estaciones Burzaco y Glew.

En abril de 1909, después de haber decidido la compra de esas tierras, la comisión directiva de la sociedad elevó un petitorio solicitando a la Municipalidad de Almirante Brown, el permiso para la instalación del nuevo hipódromo. Ante las duras críticas que ya arreciaban de parte de los vecinos del partido, esta ofreció una "compensación" mensual de dinero en efectivo, 300 pesos, y la construcción de varios edificios destinados al fin que la propia Municipalidad creyera conveniente: escuelas, hospitales, beneficencia, etc.

Pronto las protestas adquirieron resonancia política. El asunto pasó al Consejo Deliberantes del Municipio donde sus representantes, quedaron al igual que sus representados, divididos en dos posturas irreconciliables: una a favor y otra en contra.

El sector que rechazaba la instalación comenzó siendo encabezado por la señora Fermina R. De Mignaburu, que juntamente con otras familias de clase "distinguidas" y de sectores medios; sostenían en nombre del pueblo de Burzaco su derecho a protestar ante las autoridades "por darse perfecta cuenta de los malos elementos que traen consigo los juegos de carreras y derivados". Continuaba diciendo el petitorio que si el señor intendente cree que el hipódromo puede contribuir con muchos recursos, aconseja que la estación Claypole fuera el lugar apropiado para su destino.

La revista "Nubes Rosadas" de Arístides Belgrano, vecino de Adrogué, tomó parte a favor de los vecinos de Burzaco en contra del hipódromo, y arremetió contra otros medios por guardar silencio, acusándolos de corromperse por igual suma que la que se ofrecía al Municipio como compensación.

Lo acusaba de "institución infamante, usurpadora de la ignorancia de los hombres, e inspirada de los mas inicuos propósito"; y continuaba su cruzada moralizadora afirmando que ésta: "está acostumbrada a comprar la voluntad de las autoridades y de muchas familias poco escrupulosas, haciendo donaciones a favor de instituciones de beneficencia etc., con los dineros arrancados indecorosamente de los bolsillos inexpertos."

Finalmente agregaba que no deben hacerse ilusiones ante la "candida" afirmación de que el hipódromo generaría doscientos puestos de trabajo, porque en su mayoría, estos empleos serían adjudicados a residentes de la capital.

En tanto varios vecinos de Burzaco de reputación y arraigo, amenazaron con vender sus propiedades y emigrar, pues sostenían que la instalación del hipódromo traería como consecuencia la depreciación de los bienes raíces; además de incorporar individuos de dudosa reputación al tranquilo y pequeño vecindario.

En la otra vereda se hallaba un sector integrado por comerciantes y clases más humildes que veían en el proyecto un factor de progreso, tanto para el comercio como para la revalorización inmobiliaria.

Decían que el Municipio hacía tiempo que se encontraba relegado por falta de medios de la Comuna, y era necesario aprovechar la oportunidad para despertar a la población del letargo en que se hallaba sumergida. No había más que mirar -opinaban- lo que esta institución había hecho en Lomas de Zamora en el radió donde se había instalado, al principio sin edificación y con terrenos devaluados, hasta que se levantó el hipódromo y lo convirtió en un centro importante.

Mas allá del debate y los argumentos que cada sector trataba de hacer valer, en los primeros meses del año diez, el hipódromo ya estaba prácticamente terminado, y no solo esperaba la habilitación Municipal, sino que ya había iniciado actividades de "sport" como vuelos en aeroplano -los primeros en el país-, carreras de sulkys, automóviles, motos, bicicletas. Las únicas que faltaban eran las de caballos.


VILLA LONGCHAMPS

El nuevo hipódromo fue bautizado como su homólogo parisino -excesiva pretensión- Longchamp, aunque quedó registrado como Longchamps, con una "s" final demás. Tenía una gran pista con codos bien estudiados y extensa recta final. El público contaba con cómodas instalaciones consistentes en pabellones de sport en el paddock, tribuna popular y servicio de confitería en ambas partes; además, la parada del ferrocarril a solo cincuenta metros, facilitaba el arribo a los apostadores y público en general.

Se inauguró oficialmente el 5 de septiembre de 1910. A las dos de la tarde largó la primera carrera, premio "Labor", que ganó el alazán del Stud Thayron, Quiendiría, por medio cuerpo a Nomedejes, que sin embargo pagó a place más que el ganador; 36,30 contra 19,30 pesos.

El programa se completaba con seis carreras más, premios: "Fortuna", "Porvenir", "Constancia", "Progreso", "Inauguración" y "Longchamps"
Las siete carreras bien nutridas hicieron que se jugaran 69.679 boletos, corriendo jockey de reconocida actuación en Lomas de Zamora y La Plata, como Manuel Toscano, Eduardo Álvarez, José I. Lensina, Fermín Anzuarte, - al que poco después se le retiraría la patente-; benigno Robledo, Agustín Lauría, Pablo Claveríe, Pedro Delpino, Francisco Rossotti, Tomás Grigera, Roberto de Wilde, Ángel López, F. Andrade, F.L. Bárcena y C. Sanda.

En actuaciones posteriores se agregaron Romualdo Cólman, Fernando Brindo, Fermín Rodríguez -aprendiz que sería suspendido por tiempo indeterminado-; Enrique Saavedra "El Marqués", Rosendo Olivera, Cesáreo Rodríguez, Dionisio Villamayor, Manuel Ojeda, Oscar Callejas, Domingo Nápoli, Juan Sosa y Carmelo Saavedra entre otros.

EL INCENDIO



El 1º de enero de 1913 entra en vigencia la ley que prohíbe las carreras los días hábiles, como paliativo para "combatir la vagancia y la deserción escolar".

El lunes 3 de febrero de ese año cayó Carnaval; se habían programado siete carreras, pero al concluir la cuarta, se produjeron graves incidentes que terminó con un dantesco espectáculo.

El premio Borrasca parecía augurar un final nada tranquilo. Los 1200 metros fueron del Stud Diamantino con Far Fanet, un colorado montado por el jockey F. Giménez que obtuvo la mínima diferencia de medio pescuezo contra Agarrate, conducido por Enrique Saavedra "El Marqués".

Una parte del público de las tribunas populares que distaban más de cien metros del disco, comenzó a proferir gritos y rechifla a los miembros de la comisión, exigiendo modificar el fallo que no satisfacía. Ante la negativa, invadieron la pista impidiendo que los siete competidores de la quinta carrera que ya estaban desfilando ante las tribunas pudieran continuar.

Los incidentes favorecieron a un grupo de individuos que de toda forma ya tenían planeado intervenir de una u otra manera. Eran entre otros el "pequero" Ernesto Picabea, Costantino Traverso -caudillo político con actuación en la capital- y Sixto Romero -que contaba en la zona con cierto caudal electoral.

"Profesionales del juego" que mantenían ostensible  rivalidad con la barra del Lomas Jockey Club,  aprovecharon la situación. Previamente se habían proveído de gasolina en un almacén inmediato, y como si fuera poco,  robando nafta del tanque de un automóvil estacionado frente ese mismo local. Con esos productos empaparon las maderas de las tribunas.

Poco les costo en la confusión iniciar el incendio por la empalizadas que dividían las tribunas. El público comenzó derribando la pizarra, siguió con la confitería y los pabellones, incitados por estos elementos del ambiente delictivo. El fuego se propagó muy rápido por todos lados.

Las fuerzas de seguridad consistente en un oficial y cinco agentes nada pudieron hacer. En treinta minutos todo estaba bajo las llamas, excepto el recinto de los comisarios de juego, que se habían encerrado para evitar las represalias de los exaltados.

Cuando todo estaba convertido en cenizas, llego un expreso con una dotación de 25 agentes armados a "máuser" de la comisaría de Lomas de Zamora. Veinte individuos fueron reducidos y enviados a La Plata al juez del crimen. En poco tiempo todos los detenidos fueron liberados al no poderse probar su intervención en el siniestro.

"EL DIENTE"

En los instantes en que arreciaba el fuego, un muchacho que asistía a la reunión con unos amigos, con agilidad felina trepo al mástil y desprendió la bandera argentina que iba a ser destruida por las llamas. Ese Muchacho fue Eduardo Dughera, que años después se haría cargo de la reventa del diario "Crítica" y sería llamado cariñosamente "El Diente".


Hasta el día de su destrucción se desempeñaron en Longchamps como jinetes: Enrique y Carmelo Saavedra, Juan Andrade, Servando Perna, José Brindo, José Hernández, José Callejas, Juan Sosa, Domingo Nápoli, Nicolás Ojeda, Rosendo Olivera, Benigno Robledo, Manuel Ojeda y otros. Las caballerizas y los profesionales emprendieron el lógico éxodo; muchos se dirigieron a Bahía Blanca y Azul, y los restantes a La Plata
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TEMPERLEY, LA ÚLTIMA PÁGINA

El Lomas Jockey Club sin embargo no concluyó en Longchamps. Con el seguro cobrado del incendio, inauguró sus nuevas instalaciones en Temperley el 24 de enero de 1914. Puede decirse que este fue su destino más luminoso, a tal punto, que llegó a ser en algún momento más importante que el de La Plata.
Del mismo modo que en Lomas de Zamora y  Longchamps, aquí también proliferaron los "profesionales del juego" haciendo uso y abuso de prácticas delictivas.
En este ámbito tenemos a los famosos "atajadores"; así se llamaban los caballos cuya función era frenar a los que iban ganando en el curso de una carrera para permitir que otros lo fueran. Esto sin embargo requería de gran habilidad del jockey, y no menos velocidad del flete. Figuraban en el grupo de los primeros "atajadores" que desarrollaron esta artimaña, Servando Perna alias "Macho", José I. Lencina, Juan Andrade y los hermanos José y Fernando Brindo.
Otro integrante de este "Club de profesionales" fue José Boni, más conocido como "Pepe el herrero", que precisamente tenía una herrería y la valiosa habilidad para construir unas herraduras con ranuras especiales y bien disimuladas, que permitían al caballo gran agarre a la pista cuando esta estaba pesada o mejor dicho barrosa.
Este método -totalmente prohibido en el reglamento turfístico- tenía un complemento creado por el propio inventor, una pasta que colocaba en dichas ranuras para disimularlas, y que se desprendía a poco el caballo comenzaba a correr, permitiendo una mejor adherencia al terreno.
En Temperley, el manejo de estas artes llegó a tal punto, que se había acuñado la frase "una carrera por reunión" como propio del "arreglo" convenido para cada jornada hípica. A veces podía ser más de una. La sociedad ilícita que había dado lugar a la expresión estaba compuesta por un habilísimo bolichero español de Banfield, Felix Solá, y un capitalista aventajado, Miguel Machinandiarena - luego banquero de la ruleta de Mar del Plata-, que en complicidad con los hermanos Perna, Brindo, Lencina y Pronsatto, controlaban el juego.
Finalmente el 27 de mayo de 1927, el hipódromo de Temperley fue clausurado por una Ley Provincial que cerró la última página de su historia.
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Con ligeras modificaciones; publicado en semanario "Participar", Longchmps, abril, 2009.

4 comentarios:

  1. si... ya tambien lo quiero pero se volvio reeeeeeee loco!!! Los terrenos y las casas estan por lanubes! nooooo no puede valer mas caro que adrogue!!
    Adios

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  2. Estaría bueno que reabran o construyan el viejo
    Hipodromo de temperley.

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  3. Interesante y pintorezco relato de la historia de esta zona sur del Gran Buenos Aires, pero algo tendenciosa en cuanto que deja por sentado que ciertos jóckey oficiaban de malas artes como parte integrante de una asociación ilícita. Es fácil a la ligera emitir juicios de valor sobre personas de las cuales ni siquiera se ha tenido ni contacto ni referencias cercanas. El mundo del turf siempre estuvo rodeado de conjeturas y suspicacias respecto a los resultados favorables para unos en virtud del actuar de otros, pero ésto no es más que un prejuicio que es parte del folklore mismo de la actividad. Conozco de cerca ese mundo turfístico y puedo dar fé de que detrás de todos esos rumores sólo hay gente sencilla con mucho trabajo en sus hombros, muchas madrugadas de laburo y mucho esfuerzo asociado a las esperanzas de un porvenir. Soy bisnieto del gran jóckey Juan Andrade y como tal me gustaría que se hablara de lo que han hecho estos primeros jinetes como pioneros de la actividad en los distintos hipódromos de la provincia de Bs As y de Entre Ríos en un mundo y en un país en el cuál estaba todo por hacer; en el que éstos jóckeys para transladarse desde Lomas de Zamora a Longchamps tenían que ir a caballo durante 3 hs a las 3 de la madrugada para aprontar los caballos cada día.
    De todas maneras resalto la importancia de recobrar nuestra historia sureña y la aventura del autor de querer lograrlo a través de estas crónicas.

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